lunes, 24 de abril de 2017

338. Antidepresivo de chiripa.

No es nada raro que los avances en las más diversas áreas de la ciencia se den por simple chiripa, o serendipia como les ha dado por denominar ahora a algunos. Y en ese sentido, ni la medicina en general, ni la psiquiatría en particular, son ajenas al fenómeno.

Un ejemplo de ello fue uno de los primeros antidepresivos disponibles encuadrados en el grupo farmacológico de los IMAOs (inhibidores de la  monoaminoxidasa), enzima encargada de la degradación de las catecolaminas, que de esta manera ver aumentadas sus niveles disponibles como neurotrasmisores.

En el caso que nos ocupa, debemos remontarnos a mediados del siglo pasado, cuando la tuberculosis era una temida enfermedad que contagiaba a un gran número de personas, debilitando tanto su salud corporal como emocional, ante la amenazante perspectiva pronóstica y su alto grado de contagiosidad.

Ante esa realidad, nos es de extrañar que se ensayarán un gran número de compuestos farmacológicos y además que la gran mayoría resultaran de mínima, si no nula efectividad. Y aquí es donde aparece la cadena de chiripas que llevaron al descubrimiento posterior de uno de los primeros antidepresivos modernos.

El descubrimiento de la fenilhidrazida se remonta al S. XIX y fue la base de ciertos trabajos sobre los azúcares que le valieron a Emil Fischer el premio Nobel. Sin embargo, La hidrazina cayó en el olvido, para pasar luego a ser utilizada a principios de los años 40 como parte del combustible utilizado en el lanzamiento de los temibles cohetes V2 que Alemania utilizó durante la II Guerra Mundial.

Al término de la guerra, los aliados se encontraron con un gran excedente de este producto, no teniendo mejor ocurrencia que dedicarlo a la investigación, topándose casualmente con sus propiedades antituberculosas en 1951. A partir de ahí, entre los cientos de derivados sintetizados en búsqueda de mayor eficacia terapéutica, en 1952 se dio con la Isoniazida y seguidamente con la Iproniazida, con mayor actividad tuberculostática en humanos, así como propiedades como IMAO.

Fue en 1952 cuando en el Sea View Hospital de Staten Island de Nueva York (seaviewmuseum.org) se observó cierto papel estimulante sobre el sistema nervioso central, entendiéndolo entonces como un efecto secundario. Sin embargo, el inesperado aumento en la vitalidad y sociabilidad de los pacientes no pasó desapercibido y bien pronto incluso llegó noticia de todo ello a la prensa, que no dudó en desplazarse al hospital, inmortalizando en 1952 para LIFE, sin pretenderlo, una de las primeras psiquifotos de los efectos antidepresivos de un fármaco.


Foto © Nat Fein - N.Y. Herald Tribune. Life, 1952.

Siempre nos quedará la duda si los efectos fueron tan importantes como para poner en pie de baile a todo el grupo de pacientes retratadas, o bien estas estaban sobreactuando en cierto modo frente a la cámara, sin embargo es indiscutible que el fenómeno llevó poco después a investigadores como Crane a comunicar la mejoría del humor en tuberculosos (si bien sin hablar estríctamente de propiedades antidepresivas), y que poco después el hallazgo llevó en 1957 a la comercialización del primer antidepresivo IMAO (no destinado al tratamiento anti tuberculoso) y al que su introductor, Nathan S. Kline, se refirió como "energizante psíquico", si bien para 1955 Castilla del Pino ya había publicado en España algunas consideraciones acerca de la potencialidad de los antituberculosos en la depresión, en este caso apoyándose en observaciones realizadas en niños en los que describe cierto efecto hiperesténico, es decir elevador del tono vital y afectivo.


Castilla del Pino, 1955.

Muy poco después, en 1958, le siguió la imipramina, otro tipo de antidepresivo que aún hoy es referencia para la comparación en estudios de investigación. La Iproniazida tuvo una vida mucho más corta, retirándose del mercado americano en 1961 por problemas de seguridad (ictericia y toxicidad renal).



BIBLIOGRAFIA.


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Irving J. Selikoff; Edward H. Robitzek. Tuberculosis Chemotherapy with Hydrazine Derivatives of Isonicotinic Acid. Chest. 1952;21(4):385-438. doi:10.1378/chest.21.4.385. Resumen en http://journal.publications.chestnet.org/article.aspx?articleid=1052866



TB milestone. Two new drugs vive real hope of defeating the dread disease. LIFE, 3 marzo 1952. p. 20-21. Accesible en: https://books.google.es/books?id=cFQEAAAAMBAJ&lpg=PA19&pg=PA20&redir_esc=y#v=onepage&q&f=false








Castilla del Pino, Carlos. Síndrome hiperesténico. Alteraciones de la personalidad consecutivas a la terapéutica hidrazídica. Actas Luso-Españolas De Neurología Y Psiquiatría. 1955;14:210-219.








Crane G. Iproniazid (Marsilid) phosphate, a therapeutic agent for mental disorders and debilitating diseases. Psychiat Res Rep 1957; 8: 142-52. Resumen en: http://psycnet.apa.org/psycinfo/1959-03925-001

Loomer HP, Saunders IC, Kline NS. A clinical and pharmacodynamic evaluation of iproniazid as a psychic energizer. Psychiat Res Rep Am Psychiat Ass 1958; 8: 129-41. Resumen en http://psycnet.apa.org/psycinfo/1959-03981-001



López Muñoz, F. Assion, H.J. Álamo, C. García García, P. Fangmann, P. La introducción clínica de la iproniazida y la imipramina: medio siglo de terapéutica antidepresiva. Anales de Psiquiatría. 2008;24(2):56-70. Resumen en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2578501









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