jueves, 24 de marzo de 2011

180. Mofándose de los inocentes.


Mofar”, según la Real Academia de la Lengua, es “hacer mofa”, es decir la “burla y escarnio que se hace de alguien o de algo con palabras, acciones o señales exteriores”. Y de todo esto, desafortunadamente, los locos y disminuidos psíquicos han sido objeto indiscriminado a lo largo de los siglos. Burlas, que junto al abuso psíquico y físico, fueron (y siguen siendo no tan infrecuentemente) parte de los modelos de relación que socialmente se han establecido con aquellos que son percibidos como diferentes.

Fue precisamente un episodio de esas características, iluminado magistralmente en un cuadro por Sorolla, el que incitó en 1409 al mercedario Joan Gilabert Jofré a fundar en Valencia un hospital para “ignoscents, folls e orats (inocentes, locos y orates), defendido ahora como primer hospital monográfico para enfermos mentales de occidente, sino del mundo. Salía así al paso de una “gran necesidad: un hospital o casa donde los pobres inocentes y furiosos sean acogidos. Pues muchos pobres inocentes van por esta ciudad sufriendo grandes desaires de hambre, frío e injurias… de manera que no vagasen por ella y no pudiesen hacer daño ni recibirlo”. Daño este último que cuando menos sobrevendría al ser objeto de mofa y befa del populacho, cuando no acompañado de una tanda de inmisericordes pedradas al grito de "¡al foll, al foll!".


Afortunadamente estas prácticas pasaron a la historia en nuestro entorno, pero no así ciertas actitudes que, disfrazadas bajo la apariencia de humorada o chiste, muchas veces justificadas en la ausencia de mala voluntad por parte del que las mantiene, son sin duda uno de los pilares más sólidos para disimular el estigma asociado a la enfermedad mental.

En la entrada 59 ya tocamos el tema del humor en relación con el mundo de la enfermedad mental. Haciendo referencia a un tipo de chistes a los que más de una vez todos hemos recurrido, escribía: La enfermedad mental y los desafortunados sujetos que la sufren son conocidos temas de nuestro acervo humorístico en forma de chistes "de locos" y "de loqueros", muchas veces confundidos entre si y consoladoramente caricaturizados en sus más ingenuas, inocentes y menos dolorosas facetas. Muy frecuentes como breves narraciones verbales, también han sido reproducidos tanto en forma de texto impreso como en forma gráfica (he recogido algunos ejemplos aquí), aunque previsiblemente estos formatos son cada vez menos habituales al considerarse inconvenientes y favorecedores de actitudes y estereotipos que en nada contribuyen al desmantelamiento del estigma asociado a la enfermedad.

En la entrada posterior, tuvimos luego la oportunidad de disfrutar de una inesperada serie fotográfica de carácter humorístico y temática relacionada con nuestro campo de interés. Y aunque ya hemos señalado lo frecuente de los previsibles chistes de locos y manicomios, no es sin embargo habitual encontrar fotografías haciendo burla directa de los enfermos.

Por este motivo, resultarán de especial interés psiquifotero los ejemplos que traemos hoy a colación. Los encontramos, distraídos, entre las páginas de un fantástico atlas fotográfico de psicopatología y antropología criminal con imágenes tomadas entre 1890 y 1910, y no hace tanto tiempo editado.

En el apartado dedicado al retraso mental, entre varios ejemplos de casos clínicos de microcefalia e idiocía claramente reconocibles fenotípicamente (por su aspecto y morfología), se incluyen dos idiotas microcéfalos cerebropáticos. Ambos parecen entretenidos entre si, sentados en un patio para garantizar la iluminación en torno a una mesa camilla, tras ellos un cortinón tensado al suelo neutraliza el fondo. Hasta ahí nada escandaloso si tenemos en cuenta que referirnos a ellos como idiotas no hace más que rescatar la terminología médica al uso en esa época.


Lo llamativo es que en la página siguiente, nos encontramos a nuestros dos protagonistas, al parecer primos entre si, esta vez en posición especular a la primera pero con unos napoleónicos gorros de papel sobre sus microcéfalas testas. Sus caras, entre asombradas y divertidas, no pueden hacernos perder de vista el carácter claramente irrespetuoso de las fotografías, pudiendo presuponer igualmente de ellas el ambiente que rodeó su preparación entre los que se encontrarían tras la cámara y doblaron los sombreros.


Y ya en caliente, debieron imaginar los allí presentes que el carnaval fotográfico podía seguir. Para ello, improvisaron una partida de cartas simulada entre tres “imbéciles”, incluido uno que parece preferir dedicar su atención a la lectura en medio de la partida.


No quiero pensar que el mal colocado sombrero del pequeño personaje central fuera el de Vitige Tilleri, artífice de la colección fotográfica y de quien yo tomé su silueta para mi perfil en Google. Tirelli fue un psiquiatra italiano, director de los manicomios de Turín, a quien conocemos de la entrada con los alienados alineados para la visita médica. Si así fuera, y solo en su descargo, apuntaré que esa falta de consideración únicamente puede ser entendida en la insensibilidad generada por el propio ambiente social y cultural en los que una persona puede verse inmersa, cegándola frente a injusticias y despropósitos más que evidentes. Insensibilidad frente a lo que no se ven inmunes personajes como Tirelli, adelantado de su época que supo defender el derecho a la asistencia y dignidad de los enfermos mentales, luchando contra muchos de los prejuicios imperantes en su tiempo.

Partidario de desterrar el término “manicomio”, a favor de una más moderna denominación como “hospital psiquiátrico”, se lamentaba del simplista estereotipo público que se tenía de la enfermedad mental: “la agitación violenta, la demencia y el desorden sentimental”. Parece ser que su punto de vista en defensa del manicomio como lugar de tratamiento y no de encarcelamiento, así como de sus moradores y capacidades potenciales, pudo tener cierto interés para un diario turinés para el que preparó un manuscrito titulado “Visita ad un manicomio”. Desafortunadamente no parece llegó nunca a publicarse y solo recientemente vieron la luz las cuatro páginas pergeñadas con ese fin y que se conservaban en el archivo familiar. Quien sabe si precisamente por no contener la esperada extravagancia asociada a la locura, que podría haber tenido mayor interés editorial.

Pero dejemos aquí lo del interés editorial, ya que nos dará pie a un nutrido número de próximas entradas sobre la representación manicomial en la prensa ilustrada (y no tan ilustrada) de principios del pasado siglo, con alguna que otra digresión a lo largo del camino acerca de otros “locos disfrazados”.


BIBLIOGRAFIA.



VI Centenario de la fundación del Hospital de ignoscents, folls e orats. Catálogo Exposición. Ayuntamiento de Valencia, 2009.


Bruni, B. Un atlante inedito di psichiatria clinica di Vitige Tirelli. Collana di studi di storia della medicina, diretta da Nicola Latronico; nº XV. Hoepli. Milano, 1971.




Bèttica-Giovannini, R. “Il manicomio” in una pagina inedita di Vitige Tirelli. Rassegna di studi psichiatrici. 1975, 64 (6): 1001-1020.










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2 comentarios:

andres dijo...

Gracias Oscar, por entradas como esta. Es verdad que en el dia a dia uno cae en relativizar con humor -que tiene mucho de defensivo- tanta tragedia como se ve. Lo malo es que de ahí a estas situaciones hay una distancia que a veces no se advierte al pasar. Y si es verdad que ahora nada de esto se hace público, pues la sensibilidad ha cambiado mucho, actitudes como las que recoges están muy lejos de haber desaparecido.

Irantzu dijo...

Increíble...